Decimonoveno capítulo- LO QUE SIENTEN LA ESENCIA Y LA ASESINA
Ni siquiera
sé que pasa a continuación. Yo me quedo helado, exhausto, paralizado y
desconcertado. Ni tan sólo puedo mirarla. Mi vista no funciona. Y mis músculos
se entumecen, y el dolor que me causa el apretón de Noah ni siquiera lo noto.
No escucho nada. Es como si mis pensamientos me hubieran absorbido y sólo
existiéramos ellos y yo. Y puede que para mí, en este momento, sea así. Pero mi
mente no funciona correctamente. Nada en mí funciona bien.
-
¡ENCERRADLA
EN EL CUBO DE CRISTAL! – chilla la muerte, señalando una puerta que hay a sus
espaldas.
Dani y Marta
la consiguen coger a pesar de sus esfuerzos por zafarse de sus manos. Le
esposan las muñecas y se pegan a ella con fuerza para que no pueda escapar.
Puede incluso que Dani esté demasiado cerca.
-
¡ALES!-
es el único grito que escucho de Alek.
Y entonces
mi mente empieza a funcionar. Y lo recopila todo en un segundo. Veo y noto el
dolor que está sintiendo Alek por dentro. Veo que me mira, que llora y que, al
final, se rinde ante las manos de los dos miembros del Tribunal.
-
¡ALEK!-
y mi voz se rompe en ese último esfuerzo por recuperarla. Como no, en vano.
Me muevo en
las manos del cazador, pero él parece tener una fuerza sobrehumana y lo único
que consigo es que me pegue una bofetada en la cara. Y no sé cómo lo ha
conseguido, pero ese golpe ha desmoronado todos mis muros. Sólo quiero llorar.
Tan sólo eso. Me caigo al suelo de rodillas, y no lo hago del todo porque Noah
me coge de las muñecas y no me lo permite.
Entre
llantos, el grito de la Muerte, se convierte en un susurro para mí. En un
susurro que me mata.
-
Carl,
ves preparando la guillotina de cristal. Parece que hoy le daremos un buen uso.
Escucho los
pasos de Carl que se dirigen a una puerta que hay a mi izquierda. Pero yo ya no
le doy importancia a nada. Ya no me importa llorar, caerme y parecer lo que
soy, un simple cobarde que llora sus errores. Porque ya no me importa nada,
porque ya estoy muerto. Ahora estoy muerto, y todo lo que me hagan no me
afectará, porque me han matado cuando se han llevado a Alek. Ahora mismo
desearía gritar, expresar todo lo que siento. Necesitaría mil palabras para
poder explicarme. Pero no sé cuáles serían esas palabras, porque no sé lo que
siento, no sé ni siquiera quien soy, qué soy.
Pero eso
parece que lo van a solucionar en unos instantes. El primer paso que da la
Muerte hacia mí, hace que levante la cabeza, aunque no que me ponga en pie. No
tengo fuerzas para eso.
La Muerte
camina con una agilidad y rapidez que en tres segundos se encuentra a mi lado.
Verla tan de cerca hace que me estremezca. Noto su respiración en mi frente, y
es fría. Igual que la mano espectral que me coloca en la frente. Y cuando lo
hace, no me da tiempo si quiera a mirarla a la cara, porque los recuerdos me
invaden. Pero no todos, sólo los más importantes de mi vida, todo lo que ha
marcado a mi yo. Y justo es todo lo que le expliqué a Alek. Al menos le fui
sincero, no le mentí… Cuando llegamos a la parte en que la conozco, mi corazón
se detiene por un momento, tan sólo para ir a cien por hora después. Y en ese
momento sé que siento algo muy grande por ella. Pero… ¿qué?
No obstante,
esa pregunta tal vez no tenga respuesta nunca. Porque sus palabras siguientes
crean mi tumba.
-
Está
limpio- anuncia la Muerte con tranquilidad. Se le esboza una sonrisa en la cara
cuando va a pronunciar las palabras que van a continuación.- Pero es una
esencia. La de la pureza, la importante.
-
Sabía
que era diferente- explica Noah, y aunque no le vea la cara, noto en sus
palabras la alegría que le embarga.
Nadie nota
mi agotamiento. Nadie se da cuenta de que si ahora hubiese un cuchillo en mi
mano me lo clavaria en el corazón sin titubear. Nadie lo sabe porque ya no soy
nadie. Soy algo. Una esencia, nada más. Y eso es lo único que les importa a
ellos.
-
Llévalo
a los cubos de cristal también. Tenemos que observarlo de cerca. Es diferente y
averiguaremos el porqué.
Cuando Noah
me da una patada en la espalda me levanto. No hay nada que hacer. Así que sería
una idiotez por mi parte si opusiera resistencia. Camino todo lo deprisa que
puedo en estos momentos. Me gustaría caminar lento, alargar este instante lo
más que pudiese, tener tiempo para pensar en todo, pero Noah me fuerza para que
me dé prisa.
Abre la
puerta que está al final del salón. Y allí aparecen miles de cubos
considerablemente pequeños (no creo que puedas dar dos pasos si está metido en
él) en fila. Hay varias filas. El cristal trasparente resalta con la negra
pintura con la que están pintados el techo y las paredes. Están todas vacías,
menos una. Veo a Alek medio tumbada en una, con los pies encogidos porque no
hay otra forma de hacerlo.
-
¡Alek!-
grito.
Pero ni
siquiera se mueve.
-
No
te escucha, están insonorizadas- me avisa Noah, con un tono de burla.
En otras
circunstancias puede que mi orgullo o mi instinto de supervivencia no me
dejaran hacerlo, pero ahora sé que no tengo nada que perder, porque ya no tengo
nada, así que, ¿por qué no hacerlo?
-
Por
favor, cazador… Ponme en el cubo continuo a ella. Por favor… Sabes que va a
morir… Por favor- Las lágrimas no me dejan seguir.
Noah duda un
poco. Un “mmm” suyo me llega a sus oídos. Y sé qué hará lo que crea que más nos
joderá.
-
De
acuerdo. Aunque que sepas que sólo lo hago porque sé que así sufriréis más los
dos- y ríe con malicia.
No me
importa que sus intenciones sean malas. Al menos estaré junto a ella.
A medida que
nos vamos acercando, mi sonrisa se ensancha más. Cada paso que damos son menos
los centímetros que nos separan. Y, ahora mismo, estar junto a ella es lo único
que quiero hacer. No obstante… lo que ha dicho Marta me incomoda. ¿Un
asesinato? Es absurdo, ella nunca haría algo así, seguro que se han equivocado.
Se piensan que sus métodos son perfectos pero con ella ha habido un error.
Noah abre
una puertecita casi invisible del cubo y me arroja a él de mala gana. Es ahí
cuando Alek se da cuenta de que estoy a su lado. Se incorpora y me mira
preocupada. Ni siquiera me doy cuenta de que se ha ido el cazador, yo sólo la
miro a ella.
-
No
te preocupes- le digo, y confío en que me haya leído los labios.
Pone una
mano en el cristal mientras una lágrima se desprende de sus ojos y viaja por
sus mejillas. Yo hago lo mismo. Y a pesar de que el cristal nos separe, noto su
piel.
Quita la
mano del cristal y se la mete en el bolsillo. Yo aún la dejo ahí sin darme
cuenta. De su bolsillo saca una libreta enana y un bolígrafo igual de pequeño.
Empieza a escribir. Cuando acaba lo pone en el cristal y yo lo leo.
«Sé que voy a morir. Pero antes
quiero contarte una historia, mi historia. Porque no creo que sea capaz de
decirte todo lo que siento directamente. Y además, creo que esto es lo único
romántico que voy a poder decirte, y quiero que sea especial. También quiero
que me perdones en un futuro, cuando lo entiendas todo. Por favor, lo que
siento hacia ti es sincero.»
Eso es lo
que dice. Cuando acabo de leerla la miro y mi corazón empieza a latir como
nunca. Y me siento vivo. Ella aparta la libreta del cristal y empieza a
escribir. Yo espero, nervioso y ansioso por ver lo que escribe. Al fin acaba y
yo empiezo a leer esa letra pequeña con el corazón en un puño.
«Una vez una chica conoció a un chico. Esa
chica tan sólo no tenía que cometer un error. Y lo cometió: se enamoró de aquel
chico. Pero la chica no merecía su amor. Ella era mentirosa e interesada. Y el
chico todo lo contrario. Y a pesar de que era eso lo que más le atraía, no
podía dejar que un corazón así acabara con el hielo que era ella. Así que
intentó dejar de verlo de esa manera, dejar de amarlo con esa intensidad y tan
sólo preocuparse de su seguridad, que era entonces su mayor prioridad. Pero no
era fácil estar tan cerca de él y no besarlo. Y tomó la decisión. Tomó la
decisión de dejar todo aquello que la había hecho oscura y preocuparse tan sólo
de su futuro con aquel chico. Conseguiría su vida y abandonaría todo lo que
había prometido. Porque ya no podía más. Pero fue egoísta. Se preocupó por ella
y con ello consiguió sólo la muerte de los dos. Pero no quería marcharse de
allí sin decir lo que sentía. Y entonces, por ese último deseo, escribió esta
carta.»
Mis lágrima
caen y caen, demostrando con cada una de ellas este amor que siento por ella.
Porque sí, es amor. Es eso. Hay partes de la carta que no entiendo, pero no
necesito entenderlo todo. Sólo necesito saber que me quiere, porque eso es lo
único que importa.
Retira la libreta
una vez más y vuelve a escribir. Esta vez no tarda tanto en hacerlo, pero su
mensaje es claro y me hace llorar aún más.
«TE QUIERO,
ALES»
Quiero
gritarlo. Susurrarle al oído lo mucho que la quiero. Y que no me arrepiento de
haberla ayudado. Que esto es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y que merece
la pena morir por ella, porque ella es mi vida.
Yo no voy
tan preparado como ella, que incluso tenía una libreta. Pero puedo hacer algo
también. Cojo aire y suelto el aliento en el cristal hasta que se empaña lo
suficiente. Y con el dedo, le escribo:
«TE AMO»
Más abajo,
escribo con letras más pequeñas para que me coja todo.
«Y no me
arrepiento de nada, porque tú lo eres todo»
Después de
unos segundos, las letras se empiezan a borrar. Y vuelvo a ver su rostro de
nuevo. Baja la cabeza un momento y vuelve a escribir en la libreta.
«Tenemos que
escapar»
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