Decimoquinto capítulo- ES ALGO PELIGROSO, NO ES UN JUEGO
Alek me tiende una mano. Yo la cojo y me levanto con su
ayuda. Al principio me tiemblan las piernas, titubeo a la hora de caminar, pero
de seguida recupero el control de mi cuerpo.
-
¿Hacia
dónde vamos ahora?- pregunto mirando el lago con cara de horror. Una mancha
roja se ha creado justo donde el lobo estaba antes.
Me alejo un poco más del agua, quiero estar lo más alejado de
esa cosa como me sea posible.
-
No
tengo ni idea. Pero tenemos que ir con más cuidado.
Alek empieza a caminar al lado del lago, como si quisiera
bordearlo. Yo me coloco a su lado derecho, y miro el lago como si fuese algo
vivo que pueda despertar en cualquier momento y derrumbar todo el bosque. Y tal
vez sea así, quien sabe, aquí puede ocurrir cualquier cosa, ¿no?
Me siento un poco mal porque por culpa de mi idiotez casi morimos
los dos, yo devorado por la bestia aquella, y ella arrastrada por su destino.
Tengo que tener mucho más cuidado. Al poner mi vida en peligro pongo la suya
también. Así que lo que me estoy jugando es demasiado como para tomárselo en
broma.
Seguimos caminando una hora más, sin llegar a ningún lado en
concreto. El lago parece infinito, y ni siquiera tenemos un punto de referencia
para saber cuándo le hemos dado media vuelta. Y mis pies están cansados, todo
yo estoy cansado por todo lo que está pasando en este día. Y creo que ella
también. Cuando la observo puedo ver como sus parpados se caen y el esfuerzo
que hace ella por seguir en pie. Como no lo dice, lo digo yo.
-
Alek,
admítelo, esto es inútil. No sabemos a dónde vamos, ni dónde estamos. Ni
siquiera sabemos qué buscamos. Y sé que tenemos poco tiempo, pero tenemos que
descansar unas horas.- Pero Alek hace como si no me escuchase.- Alek, por
favor, tenemos que buscar un lugar seguro donde refugiarnos si no quieres que
acabemos tirados en el suelo por el agotamiento y que nos ataque otra bestia.
Se para en el sitio, y me mira sin verme. Cierra los ojos y
se lleva la mano a ellos mientras agacha la cabeza.
-
Tienes
razón, Ales. Necesitamos descansar. Vamos, nos adentraremos en el bosque para
encontrar algún sitio seguro.
Y vuelve a encabezar la marcha, caminando a través de unos
arbustos para introducirse en el interior del verde bosque. La sigo, y el sitio
donde nos encontramos es ahora muy diferente. Moras y otras clases de frutos
extraños yacen en árboles y arbustos. Me ruge la barriga de tal manera que se
me hace la boca agua. Las moras están tan rojas… Y están al alcance de mi mano…
No creo que sea malo que coja una…, bueno dos, otra para Alek. No, son simples
moras, y si no comemos pronto será el hambre lo que nos mate.
Alargo mi mano y alcanzo dos moras. Las miro, están tan
rojas. Tienen tan buena pinta…
-
Alek,
ten, ¿quieres una mora?- le digo dándole un golpecito en la espalda y
metiéndome una en la boca- Mmm… Están buenísimas- comento tragándomela después de
saborearla bien.
Lo último que veo es a Alek girándose hacia mí con tal
brusquedad que me golpea la mano y la mora que le estaba ofreciendo sale
disparada. “¡NOOO!”- le escucho gritar. Pero yo ya no la veo a ella. Sólo veo a
las preciosas moras que me sonríen desde su arbolito. Y me hablan, me piden que
vaya hacia ellas. Y son tan preciosas… Tengo que complacerlas. Ahora me gritan
que vaya ya. Voy corriendo, no quiero que se enfaden. Las quiero. Sólo las
quiero a ellas. Y su dulce voz es tan melódica… Las cojo todas con rapidez
mientras ríen por lo bajo. Me las tengo que comer todas. Es lo que ellas
quieren. Y sólo me importan ellas. Y su rojo resplandece en mis dientes
mientras sonrío. Pero lo escupo. Me llevo otra a la boca y la vuelvo a escupir
contra mi propia voluntad. ¿Pero qué pasa? ¡¿Qué coño pasa?! ¡QUIERO MIS MORAS, JODER! Pero
con todo y con nada, caigo al suelo. Cierro los ojos mientras noto un fuerte
dolor en mis dos mejillas. Primero en una y después en otra, seguidamente. Y
después algo en mi boca, algo húmedo que se mueve con delicadeza y que me
acaricia.
Y vuelvo a abrir los ojos. Y me encuentro a Alek muy cerca de
mí. A tan sólo unos centímetros están mis labios de los suyos. Me pongo rojo
como un tomate mientras en un susurro tímido le pregunto, tan quieto que si no
fuera por el color de mi cara y la respiración agitada se podría dudar de mi
vida.
-
¿Qué
haces?
-
Pues
quitarte todo el asqueroso veneno que se te ha quedado en la boca al comerte la
mora- dice mientras se aparta y me ayuda a levantarme. Se gira y escupe una saliva
roja. Creo que más que salvarla a ella lo que siempre pasa es que es ella la
que me salva a mí. Pero…
-
¿Qué
mora? ¿De que estas hablando?- Pero no tengo ni idea de lo que está diciendo.
-
¿No
te acuerdas?- Me mira con incredulidad.- ¿En serio?
No sé lo que está pasando aquí. ¿De qué se supone que me
tengo que acordar? ¿Y por qué estaba en el suelo hace un momento? Creo que me
he perdido un poco en esta conversación.
-
No…
¿Qué ha pasado?
Alek ya no parece sorprendida, supongo que suponía todo esto…
-
Has
comido una mora. Y después no sé qué ha pasado que te has tirado hacia ellas
como si fueran la cosa más bella que hubieses visto en tu vida, como encantado.
Supongo que al comerte una te provoca una reacción en la que deseas comer más,
y cuando has ingerido unas cuantas, mueres. Es la clase de cosas que hay aquí,
Ales, así que ten cuidado y no comas nada de aquí. Ya iremos a otro sitio a
buscar comida.
Me quedo atónito. ¿De verdad he hecho yo eso? No me acuerdo
de nada… Pero supongo que es cierto, pues parece la clase de cosas que haría
yo. Y me siento avergonzado, de nuevo. Que estúpido que soy, joder…
Cuando seguimos caminando no miro hacia ningún otro lado que
no sea la espalda de Alek. Y cuando ella para de golpe me choco contra ella.
-
Shh-
me ordena con un dedo en los labios, y me señala hacia un árbol-. Mira.
Pero no es un árbol cualquiera. Es el árbol más grande que he
visto en mi vida. Tan ancho que ni diez personas cogidas de las manos
conseguirían bordearlo. Pero no es eso lo que me indica Alek. Sino la enorme
casa de madera que hay en una de las ramas más altas. Está altísimo. No creo
que si alguien se tirase desde ahí sobreviviera. Y no es que sea algo muy
complicado y enrevesado, tan sólo es como un cubo cuadrado enorme. Es
sorprendente. Pero más sorprendente son los gritos que se escuchan prevenientes
de la casa gigante.
-
¡Corre,
Noah! ¡Déjame aquí! No puedes abandonar la misión sólo por mí- dice con voz
dolida.
-
Pero
Dani, no puedo dejarte aquí, empezamos juntos y seguiremos juntos- y pone una
voz de pito a pesar que está doblando a un chico.
Alek y yo, uno al lado del otro ahora, miramos y escuchamos
embobados. Es un niño pequeño. ¿Qué hace un niño aquí? Me estremezco al
imaginar qué clase de niño tiene que ser para estar aquí. Aunque la verdad es
que por lo que se escucha parece un niño bastante normal…
Pero mientras Dani sigue con su historia, me doy cuenta de
otra cosa, justo lo que estábamos buscando. Un agujero en el tronco. Pequeño,
de unos cuarenta centímetros de alto y bastante estrecho, pero lo suficiente
como para saber que el árbol está hueco y que nos puede servir como refugio.
-
Alek-
susurro-, mira allí.-Y se lo señalo.
Veo como sonríe y empieza a correr de puntillas mientras me
dice con la mano que la siga. Corro igual que ella, aunque yo mucho más
nervioso y tembloroso. Y mirando todo el rato hacia arriba, donde Dani al final
decide intentar seguir la misión con Noah.
Alek se tira al suelo y se desliza con agilidad hacia el
interior del tronco. Cuando ya está dentro me tiro yo también. Aunque para
meterme ahí tengo más problemas. Estoy delgado, pero no soy ágil. Y tengo los
hombros anchos por culpa de la natación, así que me resulta aún más complicado
entrar. Cuando ya llevo medio cuerpo metido dentro, Alek me agarra y me empuja
para ayudarme a entrar. Después de un poco de esfuerzo y sudor, lo conseguimos.
Y no dirigimos la palabra ni una sola vez. Sólo nos tumbamos, sin importar la
oscuridad y lo que pueda haber en el suelo, y nos dormimos. Nos dormimos uno al
lado del otro, espalda contra espalda.
Para mí no han pasado ni cinco minutos cuando pasa. Cuando
escucho el tronco romperse a mis espaldas y veo los fragmentos de corteza a mi
alrededor. El grito de Alek. Y unas manos firmes que me rodean el cuerpo con
fuerza inmovilizándome por completo.
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