dissabte, 24 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimosexto capítulo- LA IMPORTANTE EN PELIGRO

Decir que sus manos no me hacen daño y que no acaban conmigo, sería decir la mentira más grande del mundo. Porque es así, sus manos me aprietan el pecho con fuerza y me dejan ahí un fuerte dolor. Después me araña las piernas con las uñas dejando allí por donde pasan unos arañazos que dejan salir sangre. Cuando me suelta, me desplomo en el suelo, incapaz de poder moverme. Por el rabillo del ojo puedo ver como acaba de inmovilizar a Alek también. Ella también me mira a mí. Intento pronunciar un “lo siento”, pero no me salen las palabras, ni siquiera muevo los labios. Pero mis ojos sí que muestran ese sentimiento, y ella lo ve. Y mueve su cabeza débilmente negando lo que digo yo. Pero no puedo replicar, tan sólo dejo que una lágrima se desprenda de mis ojos.
Ahora que veo al chico, lo reconozco. Y sé que tengo toda la culpa. Toda de todo. Esa sudadera azul la reconocería en cualquier parte, aunque esté de espaldas.
Coge a Alek en brazos, que se encuentra en el mismo estado que yo. Y la posa a mi lado. Nuestros brazos se tocan, igual que nuestras piernas. Y hago un esfuerzo, igual que ella lo ha hecho por mí al mover la cabeza, para cogerle de la mano. Entrelazamos los dedos porque es la manera más fácil que tenemos para poder hacerlo. El chico joven esbelto de sudadera azul camina hasta rozarnos sus pues con nuestras cabezas. Nos coge de los hombros y nos levanta la espalda de manera que quedamos sentados. Ese movimiento me produce tal dolor que no puedo reprimir un gruñido. Alek, en cambio, supera el dolor apretándome la mano. Y aunque me duela, me proporciona la mínima seguridad que puedo sentir ahora mismo.
Y, de repente empieza a bordear nuestros troncos con una cuerda que no recuerdo haberla visto antes. La aprieta con fuerza y tengo que apretar los dientes para no gritar de dolor. Aunque, después de darle incontables vueltas a nuestros cuerpos, que se ajuntan aún más por la fuerza de la cuerda, no logro soportar el apretón del último nudo. Y chillo, con fuerza. Yo chillo mientras Alek tan sólo emite un gruñido poco sonoro. E intento callarme lo antes posible. Pero este dolor es insoportable, aunque consigo que el grito se convierta en una queja muda.
El chico nos suelta y por el peso de nuestros cuerpos los dos volvemos a caer de espaldas, a la vez, aunque no podría ser de otra manera. Veo moverse un poco la sudadera azul hacia mi lado. Se arrodilla y pone su cara cerca de la mía. No me siento incomodado, pues tengo otros problemas, como este dolor insufrible que va a acabar conmigo. No nos quiere matar, al menos de momento. Y no sé si eso es bueno o malo.
Después de estar observándome unos segundos con esos ojos grises, susurra mientras se toca el pelo castaño y ondulado.
-          Eres diferente… Pero… No puede ser…- Y de seguida niega con la cabeza y se levanta, coge lo que sobraba de cuerda y acaba la conversación con una voz potente- Vamos. Que pensabais hacer, ¿eh? Los soñados no van nunca por aquí si no es para buscar algo en concreto. El tribunal sabrá qué hacer con vosotros.
Y nos empieza a arrastrar por el enorme hueco que se ha creado ahora. Y me doy cuenta de lo larga que es la maldita cuerda. Nos arrastra y todos los bultos del suelo, palitos que se me clavan por todas partes, las hojas que me raspan y el resto de cosas que hay, es como si fuera muriendo poco a poco. Alek y yo seguimos agarrados de la mano. La miro. Ya me estoy acostumbrando al dolor. Y veo como llora en silencio, como llora desconsoladamente, y tengo ganas de abrazarla. Le aprieto la mano para que sepa que estoy aquí, con ella. Me mira, y me niega con la cabeza de nuevo. Y sigue llorando. Llora.  Llora durante todo el camino. Y eso hace que me duelan todas las heridas aún más. E incluso se crea otra nueva, y esta sí que me mata bien matado.
Pierdo la noción del tiempo. Para mí ha pasado una eternidad, aunque creo que en realidad sólo diez minutos han pasado. Pero cuando Alek habla, se detiene el tiempo durante un momento.
-          Lo siento…- susurra de tal manera que sólo yo la escucho.
Y seguimos el camino. Intento reprimir las lágrimas, aunque no sé si lo he conseguido, pues entre el dolor y el saber que posiblemente estamos a punto de morir los dos, pocas cosas sé ahora mismo. Sólo tengo en mente a Alek, y su muerte segura cuando nos eche de aquí el tribunal…
Avanzamos por el bosque un poco más, hasta que llegamos a un claro enorme de hierba bien cuidada, cortada a la perfección y recién regada. Dejo ir un suspiro. Menos mal, no creo que hubiese podido soportar este dolor durante mucho tiempo más. Y ahora que nos deslizamos sobre la suave hierba, me siento como en una nube. Al menos mi cuerpo, porque mi mente está llena de mil demonios.
Mi mirada sigue fija en Alek. No sé por qué sigo mirándola, pues eso tan sólo me produce más dolor. Pero no puedo dejar de hacerlo. Simplemente no puedo. No sé por qué, pero todo mi yo se niega a hacerlo.
Y de repente nos paramos. Desde aquí sólo puedo ver lo que hay a las espaldas del chico de sudadera azul. Escucho unos pitidos cortos y agudos, seguidos de un sonido metálico arrastrado.
Y seguimos. Pero cuando sólo hemos recorrido unos centímetros, noto como el suelo se va volviendo más frio. Y unos segundos después, nos encontramos en una habitación de suelo liso y gris y de paredes blancas impolutas. Hay algunos sofás negros pegados a la pared, en frente de un mostrador. Nosotros vamos por una puerta a la derecha. Y un pasillo larguísimo y ancho. Vamos dejando atrás puertas y más puertas negras. Miro a Alek ahora que esta imagen se ha vuelto tediosa a causa de lo largo que es el pasillo. Ya no llora. Mantiene la mirada perdida en ninguna parte, ensimismada en sus pensamientos. No sé qué es peor, si que llore o que piense demasiado…
Nos detenemos de golpe. El dolor se ha intensificado, pero lo soporto mejor ahora, ya que me voy acostumbrando. Y de vuelta esos leves pitidos y el sonido metálico arrastrado que va a continuación. Sin embargo, este sonido me resulta más terrorífico que el otro. Entramos en la habitación, esta vez toda negra, suelo y techo incluidos, iluminado tan sólo por una pequeña luz enganchada al techo que parpadea. El chico de ojos grises nos lleva hasta el centro y nos suelta de mala gana, a lo que respondemos con un gruñido. Ni siquiera nos mira antes de irse, sólo nos dice:
-          Dentro de un rato vendré a buscaros. Pero no confiéis en vuestra vida, o en salir de esta habitación.
Finaliza la conversación con un ruidoso portazo metálico. Y todo queda un poco oscuro, pero esta vez sí que nos vemos claramente. Yacemos tumbados uno al lado del otro durante un minuto. Se está a gusto aquí comparándolo con ser arrastrado por todo el bosque. Pero tenemos que hacer algo con nuestras heridas si no queremos que muramos por una infección.
-          Era el cazador de esencias, ¿verdad?- pregunto aunque ya sé la respuesta.
-          Sí- responde ella simplemente.
-          ¿Y ahora qué hacemos? ¿Era esto lo que decías que teníamos que evitar completamente?- mi voz es monótona y parezco idiota preguntando una cosa tan evidente como esa.
-          No lo sé. Y sí.
Escucharlo de la boca de Alek hace que me sienta aún más culpable.
-          Lo siento, Alek. Ha sido culpa mía. Si yo no lo hubiese mirado con aquella desconfianza… Si no me hubiese visto no nos hubiese seguido.
-          No, Alek, nada es culpa tuya- dice de inmediato y demasiado segura.
-          Te equivocas. Des de que he llegado aquí todo es por mi culpa…- y me arrepiento de haberlo dicho cuando acabado de decir la última palabra. No quiero dar pena a nadie.
-          Ales, no- dice tan rotundamente que consigue que no replique más.
Y de nuevo el silencio. Pero no dura mucho más. Un suave sonido de desgarro llega a mis oídos.
-          ¿Qué haces, Alek?
-          Romperla cuerda. Todavía tengo un cuchillo que cogí antes de ir llegar a Althaea. Lo cogí por si acaso y nos va a resultar más útil de lo que pensaba.
Sonrío, y después me rio bajito. Dios… menos mal. Esta chica es impresionante.
Sólo tarda unos segundos en romper todas las cuerdas. En cuanto acaba de hacerlo, me siento en el suelo y me estiro. Aunque me duela todo, es mayor el placer de volver a estar libre. Abrazo a Alek de la alegría. Pero ella no me devuelve el abrazo, al contrario, me aparta de ella.
-          Ales… Te tengo que contar una cosa. Y no te va a gustar. Y no vas a entender nada. Y me vas a despreciar. Pero prometo explicártelo cuando estemos en un lugar seguro. Pero esto necesito contártelo yo antes de que te enteres por el tribunal.
El bello de los brazos se me pone de punta. La miro a los ojos para que sepa que confío en ella plenamente.
-          Tú eres la esencia. La esencia más importante, la que no existe pero que existirá. Ya existe, Ales. Eres tú. La esencia de la pureza.


divendres, 23 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimoquinto capítulo- ES ALGO PELIGROSO, NO ES UN JUEGO

Alek me tiende una mano. Yo la cojo y me levanto con su ayuda. Al principio me tiemblan las piernas, titubeo a la hora de caminar, pero de seguida recupero el control de mi cuerpo.
-          ¿Hacia dónde vamos ahora?- pregunto mirando el lago con cara de horror. Una mancha roja se ha creado justo donde el lobo estaba antes.
Me alejo un poco más del agua, quiero estar lo más alejado de esa cosa como me sea posible.
-          No tengo ni idea. Pero tenemos que ir con más cuidado.
Alek empieza a caminar al lado del lago, como si quisiera bordearlo. Yo me coloco a su lado derecho, y miro el lago como si fuese algo vivo que pueda despertar en cualquier momento y derrumbar todo el bosque. Y tal vez sea así, quien sabe, aquí puede ocurrir cualquier cosa, ¿no?
Me siento un poco mal porque por culpa de mi idiotez casi morimos los dos, yo devorado por la bestia aquella, y ella arrastrada por su destino. Tengo que tener mucho más cuidado. Al poner mi vida en peligro pongo la suya también. Así que lo que me estoy jugando es demasiado como para tomárselo en broma.
Seguimos caminando una hora más, sin llegar a ningún lado en concreto. El lago parece infinito, y ni siquiera tenemos un punto de referencia para saber cuándo le hemos dado media vuelta. Y mis pies están cansados, todo yo estoy cansado por todo lo que está pasando en este día. Y creo que ella también. Cuando la observo puedo ver como sus parpados se caen y el esfuerzo que hace ella por seguir en pie. Como no lo dice, lo digo yo.
-          Alek, admítelo, esto es inútil. No sabemos a dónde vamos, ni dónde estamos. Ni siquiera sabemos qué buscamos. Y sé que tenemos poco tiempo, pero tenemos que descansar unas horas.- Pero Alek hace como si no me escuchase.- Alek, por favor, tenemos que buscar un lugar seguro donde refugiarnos si no quieres que acabemos tirados en el suelo por el agotamiento y que nos ataque otra bestia.
Se para en el sitio, y me mira sin verme. Cierra los ojos y se lleva la mano a ellos mientras agacha la cabeza.
-          Tienes razón, Ales. Necesitamos descansar. Vamos, nos adentraremos en el bosque para encontrar algún sitio seguro.
Y vuelve a encabezar la marcha, caminando a través de unos arbustos para introducirse en el interior del verde bosque. La sigo, y el sitio donde nos encontramos es ahora muy diferente. Moras y otras clases de frutos extraños yacen en árboles y arbustos. Me ruge la barriga de tal manera que se me hace la boca agua. Las moras están tan rojas… Y están al alcance de mi mano… No creo que sea malo que coja una…, bueno dos, otra para Alek. No, son simples moras, y si no comemos pronto será el hambre lo que nos mate.
Alargo mi mano y alcanzo dos moras. Las miro, están tan rojas. Tienen tan buena pinta…
-          Alek, ten, ¿quieres una mora?- le digo dándole un golpecito en la espalda y metiéndome una en la boca- Mmm… Están buenísimas- comento tragándomela después de saborearla bien.
Lo último que veo es a Alek girándose hacia mí con tal brusquedad que me golpea la mano y la mora que le estaba ofreciendo sale disparada. “¡NOOO!”- le escucho gritar. Pero yo ya no la veo a ella. Sólo veo a las preciosas moras que me sonríen desde su arbolito. Y me hablan, me piden que vaya hacia ellas. Y son tan preciosas… Tengo que complacerlas. Ahora me gritan que vaya ya. Voy corriendo, no quiero que se enfaden. Las quiero. Sólo las quiero a ellas. Y su dulce voz es tan melódica… Las cojo todas con rapidez mientras ríen por lo bajo. Me las tengo que comer todas. Es lo que ellas quieren. Y sólo me importan ellas. Y su rojo resplandece en mis dientes mientras sonrío. Pero lo escupo. Me llevo otra a la boca y la vuelvo a escupir contra mi propia voluntad. ¿Pero qué pasa? ¡¿Qué  coño pasa?! ¡QUIERO MIS MORAS, JODER! Pero con todo y con nada, caigo al suelo. Cierro los ojos mientras noto un fuerte dolor en mis dos mejillas. Primero en una y después en otra, seguidamente. Y después algo en mi boca, algo húmedo que se mueve con delicadeza y que me acaricia.
Y vuelvo a abrir los ojos. Y me encuentro a Alek muy cerca de mí. A tan sólo unos centímetros están mis labios de los suyos. Me pongo rojo como un tomate mientras en un susurro tímido le pregunto, tan quieto que si no fuera por el color de mi cara y la respiración agitada se podría dudar de mi vida.
-          ¿Qué haces?
-          Pues quitarte todo el asqueroso veneno que se te ha quedado en la boca al comerte la mora- dice mientras se aparta y me ayuda a levantarme. Se gira y escupe una saliva roja. Creo que más que salvarla a ella lo que siempre pasa es que es ella la que me salva a mí. Pero…
-          ¿Qué mora? ¿De que estas hablando?- Pero no tengo ni idea de lo que está diciendo.
-          ¿No te acuerdas?- Me mira con incredulidad.- ¿En serio?
No sé lo que está pasando aquí. ¿De qué se supone que me tengo que acordar? ¿Y por qué estaba en el suelo hace un momento? Creo que me he perdido un poco en esta conversación.
-          No… ¿Qué ha pasado?
Alek ya no parece sorprendida, supongo que suponía todo esto…
-          Has comido una mora. Y después no sé qué ha pasado que te has tirado hacia ellas como si fueran la cosa más bella que hubieses visto en tu vida, como encantado. Supongo que al comerte una te provoca una reacción en la que deseas comer más, y cuando has ingerido unas cuantas, mueres. Es la clase de cosas que hay aquí, Ales, así que ten cuidado y no comas nada de aquí. Ya iremos a otro sitio a buscar comida.
Me quedo atónito. ¿De verdad he hecho yo eso? No me acuerdo de nada… Pero supongo que es cierto, pues parece la clase de cosas que haría yo. Y me siento avergonzado, de nuevo. Que estúpido que soy, joder…
Cuando seguimos caminando no miro hacia ningún otro lado que no sea la espalda de Alek. Y cuando ella para de golpe me choco contra ella.
-          Shh- me ordena con un dedo en los labios, y me señala hacia un árbol-. Mira.
Pero no es un árbol cualquiera. Es el árbol más grande que he visto en mi vida. Tan ancho que ni diez personas cogidas de las manos conseguirían bordearlo. Pero no es eso lo que me indica Alek. Sino la enorme casa de madera que hay en una de las ramas más altas. Está altísimo. No creo que si alguien se tirase desde ahí sobreviviera. Y no es que sea algo muy complicado y enrevesado, tan sólo es como un cubo cuadrado enorme. Es sorprendente. Pero más sorprendente son los gritos que se escuchan prevenientes de la casa gigante.
-          ¡Corre, Noah! ¡Déjame aquí! No puedes abandonar la misión sólo por mí- dice con voz dolida.
-          Pero Dani, no puedo dejarte aquí, empezamos juntos y seguiremos juntos- y pone una voz de pito a pesar que está doblando a un chico.
Alek y yo, uno al lado del otro ahora, miramos y escuchamos embobados. Es un niño pequeño. ¿Qué hace un niño aquí? Me estremezco al imaginar qué clase de niño tiene que ser para estar aquí. Aunque la verdad es que por lo que se escucha parece un niño bastante normal…
Pero mientras Dani sigue con su historia, me doy cuenta de otra cosa, justo lo que estábamos buscando. Un agujero en el tronco. Pequeño, de unos cuarenta centímetros de alto y bastante estrecho, pero lo suficiente como para saber que el árbol está hueco y que nos puede servir como refugio.
-          Alek- susurro-, mira allí.-Y se lo señalo.
Veo como sonríe y empieza a correr de puntillas mientras me dice con la mano que la siga. Corro igual que ella, aunque yo mucho más nervioso y tembloroso. Y mirando todo el rato hacia arriba, donde Dani al final decide intentar seguir la misión con Noah.
Alek se tira al suelo y se desliza con agilidad hacia el interior del tronco. Cuando ya está dentro me tiro yo también. Aunque para meterme ahí tengo más problemas. Estoy delgado, pero no soy ágil. Y tengo los hombros anchos por culpa de la natación, así que me resulta aún más complicado entrar. Cuando ya llevo medio cuerpo metido dentro, Alek me agarra y me empuja para ayudarme a entrar. Después de un poco de esfuerzo y sudor, lo conseguimos. Y no dirigimos la palabra ni una sola vez. Sólo nos tumbamos, sin importar la oscuridad y lo que pueda haber en el suelo, y nos dormimos. Nos dormimos uno al lado del otro, espalda contra espalda.



Para mí no han pasado ni cinco minutos cuando pasa. Cuando escucho el tronco romperse a mis espaldas y veo los fragmentos de corteza a mi alrededor. El grito de Alek. Y unas manos firmes que me rodean el cuerpo con fuerza inmovilizándome por completo.

dijous, 8 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimocuarto capítulo- EL MIEDO ME PARALIZA

Pisar la primera hoja, la que con un escalofrió me manda una alerta, la que me dice “Aquí estoy”, me resultaría imposible si no estuviese acompañado. Si no estuviese con Alek, esto sería como una idea descabellada para mí. Pero ahora que se convierte en una necesidad, tengo que estar más seguro que nunca. Aun así, titubeo. Mi pie tiembla y estoy a punto de caerme. Pero me apoyo en uno de los árboles de hojas marrones, lo que me causa otro escalofrió y una sacudida, que me manda al suelo. Abro mucho los ojos y me quedo con la mirada perdida. ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Qué me pasa? Tengo miedo. Eso es. Intento ocultarlo pero no deja de ser horror lo que ruge dentro de mí, lo que desea salir de mi interior y hacer que mis pies corran en dirección contraria. Miedo no, pánico. Pánico a… no lo sé, a adentrarme en lo desconocido, supongo. No estoy seguro, pero tengo miedo.
Alguien se arrodilla a mi lado y me coge una mano. Alek. Coge mi rostro con la otra y lo gira hacia el suyo. Su mirada es triste. Puede que sea porque piensa que me he rendido, que esa posibilidad que tenemos se le va de las manos.
-          Podemos parar cuando quieras. Lo sabes- me dice en voz baja, para que me esfuerce en escucharla y le preste atención.
Pero no puedo dejarlo ahora. A pesar de mi miedo voy a seguir.
Alzo mi mano temblorosa y, muy lentamente, la dirijo hacia el tronco del árbol que antes ha hecho caerme. Lo miro como si fuese a ser la causa de la algo horroroso, y la verdad es que puede serlo. Mi mano tiembla de tal manera que no creo que pudiese sujetar algo firmemente aunque me lo propusiera. Se acerca al oscuro tronco. Y cuando tan sólo un centímetro los separa, se para en seco. De nuevo con la duda. Pero lo hago. Agarro el tronco, con la mano aún más temblorosa, y con la ayuda de Alek me pongo en pie. Con dificultad, pero en pie.
Todo mi cuerpo tiembla y si no fuera porque Alek me agarra la mano, volvería a caer.
Me concentro y dejo de pensar en la muerte, en las pocas posibilidades que tenemos para conseguir lo que necesitamos, en lo que causaría no ser los elegidos para encontrar la esencia. En todo eso, en lo irreal y anormal que parece todo esto. Intento dejar de pensar en eso aunque amenace con explotarme la cabeza. Estrecho con más fuerza la mano de Alek y doy otro paso más, que me da un poco más de seguridad. Aunque todavía no paro de temblar.
-          Gracias…- El susurro de Alek apenas llega a mis oídos, pero me da fuerzas.
Nuestros pasos son irregulares. Ella me mira con cara de preocupación, intentando descifrar lo que dicen mis ojos, lo que de verdad quiero. Lo que no sabe es que estoy donde quiero estar. Pero no digo nada, pues ya tengo suficiente con el instinto de supervivencia que me pide a gritos que me vaya de aquí.
Y no lo veo venir. Con todo este lio de sensaciones e incomodidades, no lo vemos venir ni Alek ni yo. La próxima vez tenemos que ser más precavidos. Porque no ver al lobo de dos metros que corre hacia nosotros desde la izquierda, directo hacia mí, es de estar más que despistado.
Creo que todavía no lo he visto cuando empiezo a correr y a tirar de Alek para que ella corra también. Simplemente mi cuerpo a reaccionado y yo he respondido.
Corremos. Corremos. Corremos. Corremos. Y siento miedo. Pero corro.
Alek se ha deshecho ya de mi mano y empieza a correr. Me doy el capricho de mirarla un segundo y me doy cuenta de lo decidida que parece, del poco miedo que muestra, de la seguridad que siente al dar cada paso. Pero no puedo mirarla por mucho tiempo. Un árbol que no debería estar ahí, aparece y me doy de bruces contra él. ¿Cuándo mi torpeza dejará de joderlo todo?
Noto como la sangre mana de mi nariz. Pero la ignoro, porque también noto la mano de Alek sobre la mía. Me levanto en menos de un segundo. Pero esas milésimas son suficientes para que el lobo de tamaño descomunal nos alcance. Y mientras doy el primer paso para empezar a correr de nuevo, los colmillos atrapan el brazo de mi camiseta y lo destripa allí mismo. En ese momento de distracción en el que el lobo está demasiado ocupado con el trozo de tela, Alek y yo aprovechamos para intentar coger ventaja. Aunque parece que la suerte no está de nuestra parte, pues en cuanto empezamos a correr el lobo suelta de golpe la tela y empieza de nuevo la persecución.
No sé qué hacer, no tengo ni idea. Corro. Pero estoy cansado y el lobo nos va pisando los talones. Y no tengo ni la más remota idea de que hacer. Esto es un bosque. No hay lugar donde esconderse y no nos encuentre. La única posibilidad que tenemos es que corramos hasta que se canse. Pero eso es imposible. Ni corriendo un millón de kilómetros esta bestia se cansaría. Y yo ya no puedo más. Los arboles pasan a mi alrededor y mi vista se nubla por el cansancio. Ahora también tiemblo, pero es por el agotamiento. Y el miedo, también hay parte de miedo en ese temblor. Pero ya está, no puedo aguantar más. Puede que Alek sí, pero yo no. Es sorprendente y a la vez frustrante que todo esto acabe aquí, con un pequeño obstáculo en el camino cuando hay tantos grandes que están por llegar. Pero supongo que esto es demasiado para nosotros, bueno, para mí… No puedo seguir…
Pero como venido de la nada, sólo para ayudarme, como si estuviese hecho sólo para nosotros, aparece un lago enorme a nuestros pies. Y cuando mis pies rozan el agua, salto. Salto lo más lejos que puedo. No creo que el lobo sepa nadar, y si lo sabe, yo lo haré más rápido. Mientras estoy en el aire giro la cabeza para buscar el rostro de Alek. Pero no lo encuentro a mi lado. Por el rabillo del ojo distingo su cuerpo aterrizando en la tierra, un poco más allá de donde estaba antes. Y sus ojos abiertos como platos al verme a mí saltar. Y en seguida me doy cuenta del porqué de su sorpresa, cuando noto las zarpas del animal clavarse en mi espalda. Y cuando alzo la vista lo veo pasar por encima de mí, dejándome su marca en toda la espalda. Y todo eso en un par de segundos. Caigo. Me hundo en el agua y unas burbujitas me indican que el lobo está a mi lado. Miro la superficie y nado con todas mis fuerzas hacia ella. Para mi sorpresa, cuando al fin puedo volver a respirar, descubro que el lobo no puede nadar. Y se va hacia el fondo, agonizando. Me da un poco de pena cuando lo veo sufrir y llorar como un cachorrito, pero quería matarnos, así que esa pena se disipa en un segundo.
Sin embargo, todavía no canto victoria. Al contrario, creo que en este momento siento más miedo que en toda mi vida. No me había dado cuenta antes, y no creo que me hubiese lanzado con tanta decisión si lo hubiese hecho. Trozos de peces muertos flotando por todo el lago. No hay trozo de agua en el que no haya restos de pez. Cabezas, colas, espinas y alguno que otro casi intacto es lo que tengo a mi alrededor, lo que me roza los brazo y las piernas. Qué asco. Pero… ¿Por qué está esto así? No… no tiene sentido. ¿Son peces muertos soñados?
Pero no. Rápidamente me doy cuenta de que no son peces muertos soñados. Sino que han muerto en Althaea. ¿Quién los ha matado? El mismo ser acuático gigante de más de cinco metros que se encuentra debajo de mi ahora mismo, a unos seis metros de profundidad, acabando también con el lobo que nos perseguía. El pánico vuelve a paralizarme. Tan sólo me muevo lo suficiente para mantenerme en la superficie. Y los gritos de Alek se convierten en un susurro para mí.
-          ¡ALES, JODER, VEN AQUÍ! ¡TE VA A COMER!- grita una y otra vez, tendiéndome una mano.
Pero mi mirada está fija en la profundidad del lago. En los trozos de lobo que empiezan a flotar y a posarse a mi lado. En el monstruo gris parecido a un tiburón que desgarra la piel del animal terrestre. Y cuando acaba con el último hueso, cuando ya no hay más a lo que hincar su diente, sé que soy el siguiente. Y reacciono. Porque el miedo me mueve hacia la orilla. Nado asustado, pero nado tan rápido como nunca. Y en este momento me arrepiento de haber saltado tan lejos. Porque el monstruo marino también es muy rápido, muchísimo. Y cuando yo he llegado a la orilla él ya está detrás de mí con la boca abierta. Alek me coge del brazo y tira de mí. Y yo me subo con la ayuda de mis pies. Y, gracias a mi gran suerte, solo me desgarra el pie del pantalón.
Me tiro al suelo y no me atrevo a girar la cabeza para encontrarme con la bestia. Aunque supongo que ya se habrá vuelto a sumergir.
Respiro rápido, intentando que se me pase el susto y que mis latidos se ralenticen. Aunque creo que va a ser difícil que eso pase. Alek se sienta a mi lado, también descansando.
-          Dios, soy gilipollas- digo, mientras reímos sin saber por qué.

Es una de esas veces que ríes por tu suerte, las casualidades que están de tu parte. Porque, simplemente, debes reír para no llorar.

dimarts, 6 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimotercer capítulo- AUNQUE NO LO PAREZCA, QUIERO

Asimilar esa información seria duro en cualquier otra circunstancia. Si no fuera porque ya estamos demasiado metidos en esto como para dar marcha atrás, y porque estoy cogiéndole cariño y aprecio a esta chica, puede que dijera “¡basta!” y acabara con todo en un segundo. Pero no, estoy dispuesto a esto igual que ella estuvo dispuesta a ayudarme a mí. Y no puedo dejar marchar a una persona así tan fácilmente…
No puedo ver su rostro claramente, pero sé que denota preocupación. Puede que por todo, por ella, por mí, por esto. Estamos jugando a un juego donde equivocarnos de pieza podría echarlo todo a perder. Incluso matarnos. Pero estoy decidido. Aunque tampoco aguantaría mucho allí fuera sin ella.
 Sin poder encontrar sus ojos en esta oscuridad que aumenta por momentos, hablo.
-          Pues vamos. No he cambiado de opinión, Alek. Y no lo voy a hacer- en mi voz noto una seguridad que en realidad no siento.
-          ¿Estás seguro?- Y noto como sus dedos se clavan en mi muslo. Tiembla.- Puedes dejarlo cuando quieras. Incluso creo que sería mejor así. Sí, dejemos todo esto y…
-          No, Alek- replico con más decisión aún-. La decisión está tomada. No pienso dejar esto aunque me supliques. No ahora cuando tenemos una oportunidad de conseguirlo.
Alek se queda callada. Supongo que piensa. Estoy a punto de decirle que no lo haga, que no hay nada que pensar. Ya está decidido. Pero antes de eso habla.
-          De acuerdo.- Aunque aún no está segura del todo.- Podemos intentarlo.
Me levanto. Parece que la oscuridad me da decisión. Aunque en realidad estoy asustado. Muy asustado. Aun así, le tiendo una mano en la negrura de esta noche efímera. Cuando rozo sus dedos, le cojo la mano entera y la empujo hacia mí.
-          Debemos intentarlo.
Noto su sonrisa, su suspiro de alivio, cansancio, no lo sé. Pero solo necesito esa oportunidad que tenemos, por muy limitada que sea, de poder cambiar su destino.
Andamos con cautela hacia el comienzo del callejón, poniendo toda nuestra atención a los ruidos que se producen allí fuera. Parece que no hay mucha gente, tan sólo dos hombres, aparentemente normales, charlando sobre una jugada de futbol al parecer realmente fascinante. También hay tres niños un poco más allá.
Caminamos por el callejón despacio. Yo solo imito los movimientos de Alek, que parece mucho más natural y creíble que yo. Esta calle se divide en otras cuatro calles. Alek escoge la primera empezando por la izquierda. Pero ni un minuto ha pasado cuando alguien me dirige la palabra.
-          Eh, chaval, espera. Tenemos algo importante que preguntarte y de aquí no te mueves sin responderlo- oigo una voz detrás de mí, que habla con imposición.
Me quedo parado, helado, con los ojos como platos y sin saber qué hacer. Alek se gira, y mira a los dueños de las voces con una sonrisa casi imperceptible, más falsa que judas, por supuesto. Me mira a mí durante una milésima de segundo y vuelve su mirada a ellos otra vez. Pero tengo suficiente para que me llegue el mensaje que desea enviarme.
Me giro, para descubrir que esas voces pertenecen a los hombres que estaban hablando sobre futbol. Les dedico una sonrisa curiosa.
-          Dispara.- Y me doy cuenta de que nunca antes había pronunciado esa palabra.
Los hombres se acercan y ríen como un par de hombres de las cavernas. Una risa fuerte y una palmada en el hombro aún más dolorosa acompañan a su pregunta.
-          ¿Vistes anoche el Barcelona-Madrid?- dice el que me pega un codazo en las costillas.
Ignoro el dolor de sus golpes “cariñosos” y me apresuro a contestar.
-          No, lo siento.-Y creo que mi cara es de buen arrepentimiento.- ¿Me perdí algo?- Al principio me enorgullece haber actuado tan bien. Pero después, al darme cuenta de la pregunta que he formulado se me cae el alma a los pies.
Resulta que estos tipos son de esa clase de personas que tarda una eternidad en contarte algo. Eso sí, lo hacen con pelos y señales. He escuchado algunas conversaciones así en el instituto, y no quiero vivirlas de primera mano. Ni hablar. Así que me apresuro a decir algo.
-          Pero lo siento, ahora no tengo tiempo. Tengo a una bella dama esperando- interrumpo una impresionante jugada  de Messi, cuyo nombre no he escuchado en mi vida. Puede incluso que esté muerto ya.
Ellos miran a Alek, olvidando el futbol. Me sonríen con complicidad y cierto tono en sus risas que no me gusta nada. Me dan asco. Doy media vuelta y me uno a Alek, que ya ha empezado a caminar. En otras circunstancias, alguien muy diferente a Alek, seguramente habría bromeado sobre lo de “bella dama”, pues tampoco nunca antes lo había dicho. Ni siquiera sé por qué lo he dicho ahora. Sólo quería deshacerme de esos tipos de una vez por todas.
El resto del camino es bastante silencioso. Apenas hay gente por estas calles ya, llenas de bloques de pisos y alguna casa, cada cual más vieja que la anterior. Parece que este lugar está bastante organizado. Pero yo no puedo seguir viendo su preocupación bajo esa cara de póker, no puedo seguir con este silencio. No con tantas preguntas que acaban de asaltarme la cabeza al ver que nos acercamos a nuestro destino.
-          Pero…- Y en este silencio tan absoluto, en esta nada tan penetrante, parece que chille. Así que bajo el tono de voz, como si fuese un delito lo que voy a decir. Aunque… creo que sí lo es- ¿cómo sabremos que lo que tenemos en nuestras manos es la esencia? ¿Cómo sabremos que todo esto no se ha convertido en un juego de casualidades?
Alek duda. Contesta con su aún cara de póker.
-          No lo sé. Nunca he estado cerca de una esencia. Notaremos su poder, notaremos como la emoción de la esencia se une a nosotros. Como la inmortalidad roza nuestro cuerpo. Supongo…
Esta pregunta me deja claro que, a partir de ahora, todas las dudas que tenga no tendrán una respuesta concreta. Tan sólo suposiciones. Porque intuyo que, en estos momentos, Alek sabe lo mismo que yo: Nada.
-          Ah- Alek abre mucho los ojos. Se acaba de acordar de algo.-, no nos podemos separar mucho. Nuestra conexión desaparecería y yo despertaría de inmediato. Puede que tú también. No lo sé.
-          De acuerdo.
Y todo vuelve a ser como antes. No hay nadie en la calle. Alek no dice nada. Yo no digo nada. Temo que alguien, donde quiera que esté, nos escuche. Porque todo el mundo podría sospechar de nosotros ahora.
El camino es largo, y aburrido. Es perfecto para pensar, pero no puedo pensar en nada. Tampoco sabría en qué hacerlo. Todo esto es extraño, y contra menos piense en todo este mundo y en las posibilidades que tengo de acabar vivo, mejor. Pero al parecer Alek sí que tiene mucho de lo que pensar. Y eso me pone los pelos de punta. Me pregunto si estará ideando un plan, si estará pensando en cómo me ha metido de lleno en esto. Y no quiero que piense eso, porque estoy aquí porque quiero. Nadie me ha obligado. Y no me arrepiento de mi decisión.
Podría estar pensando en tantas cosas…
Pero… ¿estará pensando en las palabras de ese primer humano soñado, esas que se han grabado a fuego en mi mente tan fuerte? Porque en mi cabeza no paran de sonar…
Antes de que pueda romper yo mismo este silencio que me agota, lo hace ella.
-          Allí está, al final de esta calle. El bosque.

Su dedo señala unos metros más allá, justo al final de esta bifurcación. El primer árbol tiene las hojas de un verde vivo, el de al lado de un amarillo apagado. Y el de un poco más allá, de un marrón muerto. Ese es, el bosque donde la oscuridad y los oscuros se hallan. Es decir, donde todas las pesadillas se encuentran, incluso las mías.

dissabte, 3 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimosegundo capítulo- LA LEYENDA DE LAS ESENCIAS

Me levanto de la silla. Por un momento, en el cual nuestras miradas todavía no se han separado, parece una vieja película del oeste donde dos hombres van a batirse en duelo. Pero yo aparto la mirada de seguida. Cuando voy a ir a por Alek, me tropiezo con una pata de la mesa y tengo que agarrarme a la pared para no caerme. Nadie me mira, pues los borrachos de la otra mesa hacen aún más ruido. Mientras camino hacia Alek miro de reojo al chico que acaba de entrar. Ya no me mira. Veo como, al acabar de cobrar a mi compañera, la camarera se dirige a él. Antes de que pueda darme cuenta, tengo a Alek a menos de cinco centímetros. En cuanto la veo, ignorando su sorpresa de verme aquí y no en la mesa, le susurro lo más bajo y disimulado que puedo.
-          Alek, vámonos. Acaba de entrar un chico que me ha mirado de forma extraña, como si me conociera o algo. No sé, ha sido extraño. Marchemos de aquí antes de que sospeche más de lo que tiene que sospechar ya.
Cuando acabo mi breve explicación, Alek y yo nos miramos, con una preocupación clara en la mirada. Ella aprieta los labios. Yo me llevo los dedos a la boca y empiezo a morderme las uñas. Lo hago a veces cuando estoy muy nervioso y preocupado. Mi mano tiembla y no consigo mordérmelas bien, me hago daño.
Alek se da la vuelta y se dirige a la puerta con aspecto natural, como si nada hubiese pasado. Yo la sigo, aunque no se me da tan bien fingir como a ella. Intento evitar mirar al chico de sudadera azul. Con esfuerzo y con algunos ademanes de hacerlo, lo consigo. Salimos y hay el mismo barullo que hace un rato cuando hemos entrado. Pero ya estoy preparado. Ya no me volverá a pasar lo de antes. No puede volverme a pasar. No ahora cuando tenemos más prisa que nunca. Pasamos el edificio donde está la posada. Y en cuanto lo hacemos, me llega el susurro de Alek.
-          Corre.- Es una orden más que una opción.
Ella empieza primero. Y yo la sigo. Esquivo un millón de cosas. Niños que juegan, mesas en mitad de la calle, todo. Mis reflejos ahora parece mil veces mejores que normalmente y consigo no caerme ni tropezarme en ninguna ocasión. Todos mis sentidos se ponen alerta e incluso yo me sorprendo. Alek sigo yendo delante, y no la pierdo de vista gracias a la mano que me tiende de espaldas. Aunque no la cojo porque así no podríamos ir igual de deprisa y podríamos perder el equilibrio.
Hay mucha gente y muchas cosas. Tenemos que empujar si queremos pasar. La calle se hace larga, parece como una avenida principal. Espero que no haya muchas avenidas como esta…
Al fin, después de un cuarto de hora corriendo a trompicones, llegamos al final de la avenida. El camino se bifurca en otros caminos que a la vez se bifurcan en otros. Es parecido a un laberinto, pero al menos no hay tanta gente como aquí.
Cogemos el segundo camino empezando por la derecha. Por el que hay menos gente. Sólo hay unas diez personas en esa calle, contando las que entran y salen de la avenida. Seguimos corriendo. Nadie se extraña por nuestra carrera, pues ellos no es que hagan cosas más normales que nosotros. En una esquina consigo ver a tres traficantes pasándose la droga. Me da repelús, como si estuviese siendo testigo de un grave delito. Lo que me hace preguntarme una cosa. ¿Aquí también hay leyes? Es decir, ¿ese tipo de cosas también son ilegales aquí? Pero no me concentro en pensar en esa pregunta. Ignoro a los traficantes, al payaso, al enano y a los hombres de negocios que consigo diferenciar por el rabillo del ojo.
Corro. Y ahora que hay menos gente le cojo la mano a Alek y me pongo a su lado. Nos soltamos y seguimos corriendo. Ella siempre escoge el camino. Ella es la que sabe, aunque deduzco que nunca antes había estado aquí.
Cuando ya hemos recorrido unas cinco calles más me doy cuenta de que cada vez hay menos gente, pero que todavía hay alguien. Vislumbro un estrecho callejón sin salida y ahora soy yo el que la dirige hasta allí. Llegamos al final y nos damos un minuto de tregua, que lo pasamos jadeando a causa del cansancio.
-          ¿Crees que podría habernos seguido?- le pregunto, aun sin tener el mínimo de aire en los pulmones.
-          Lo dudo mucho. Hay mucha gente. Sería como encontrar a Wally- responde ella, en el mismo estado que yo.
-          ¿Wally?
-          Déjalo. Es un juego muy antiguo. Muy muy antiguo, nadie juega desde hace décadas. Me lo enseñaron mis padres. Pero no importa, olvídalo.
-          De acuerdo, entonces, si no nos seguía, ¿Por qué hemos corrido tanto?- Mientras hablo me deslizo por la pared del callejón, abatido.
-          Podría haber sospechado otro de nosotros. Aunque parezca de chiste, aquí más o menos se conocen todos. Son… muy sociables.
Me quedo sentado allí. Alek parece haber recuperado el aliento bastante rápido. Yo lo recupero un minuto más tarde que ella. Menos mal que gracias a la natación he conseguido un poco de masa muscular, no creo que hubiese aguantado sin ella. Aunque estoy bastante delgaducho…
-          ¿Y cuál es el siguiente paso, Alek?- le pregunto, mirándola desde abajo.
Ella también se sienta. En esta parte de Althaea, en este justo callejón, todo está oscuro, casi no le veo la cara. Lo único que consigo distinguir es un poco de luz al principio del callejón. Miro el cielo y contemplo el punto donde se unen la oscuridad y la luz. Es como una escalera de colores. Al principio es un color fuerte, vivo, y va disminuyendo su intensidad hasta que se mezcla con el otro color y se impregna hasta convertirse totalmente en él. Y todo eso en tan sólo un centímetro. Justo en ese punto de separación que casi no se percibe. Simplemente hermoso…
Alek vuelve a hablar y me aparta de mi ensimismamiento.
-          Te contaré la leyenda de las esencias tal y como me la contaron a mí. Es algo muy importante para esto. Creo que lo entenderás mejor así.
»Althaea apareció mucha antes que el ser humano. Era un lugar pequeño, pues eran menos los sueños recordados, ya que la población era mucho menor. Pero cuando éstos aparecieron, cuando los humanos llegaron al mundo- Mira para abajo, sin detenerse ni titubear ni una sola vez. Es como si hablara para ella misma, pero yo la escucho con mucha atención.- los sueños aumentaron. Y con ellos, los recordados. Y Althaea se hizo más y más grande. Tan enorme que ya no podía hacerse más. Y seguía igual de llena. Necesitaba unos pilares, igual que cuando construyes un edificio. Contra más grande es el edificio, más pilares y más fuertes tienen que ser. Y Althaea tenía que ser muy grande. Así que los pilares tenían que ser poderosos. Así que ella misma, como si de algo natural y normal se tratase, cogió lo más poderoso que tenía cerca. Los sentimientos, las emociones de un ser humano. Porque no hay nada más poderoso que los sentimientos y emociones de la raza humana. Eran la esencia que necesitaba Althaea. Así que cogió todas ellas, todas las que te puedas imaginar y le dio un hogar a cada una de ellas. Un hogar que esparció por Althaea. Así, con esos pilares poderosos e indestructibles, Althaea creció y desde ese día no para de crecer. Porque esas esencias son poderosas y tienen un valor infinito. Y las primeras palabras de un sueño humano, de un humano soñado fueron “Las dulces en el límite del agua. Las frías allí donde esté tu hogar. Las negras donde la oscuridad y los oscuros se hallen. Las neutras al final de cada otra. Las imposibles en la tierra, donde lo imposible se hace realidad y el brote salga en el horizonte. La única, la importante, no existe pero existirá”. Esas fueron sus palabras y así tal y como suenan se hicieron conocer por toda Althaea. La avaricia y el miedo se apoderaron de este lugar. Algunos todas las esencias deseaban encontrar. Para otros, eran los dueños de sus pesadillas. Así apareció el cazador de esencias, creado para vigilar todas esas esencias y mantener a los soñados a salvo. Él no sabe su paradero, pero se dará cuenta de su don y verá en objetos normales esa esencia que tantos ansían buscando.
Un silencio cubre todo, todo mi yo. Vuelvo a repasar todas sus palabras, las de Alek y las del primer ser humano soñado y recordado. Pero antes de que pueda comentar o preguntar nada, ella habla.
-          Así es la leyenda. Claro que solo es una teoría, pues las leyendas son eso, leyendas. Pero hay muchas partes ciertas en esta. Sólo que ahora el cazador de esencias trabaja para el gobierno y se encarga de atraparlas y llevarlas hasta ellos, no de vigilarlas. Las cosas han cambiado. Ya no hay tanta libertad aquí…
-          Entiendo. Ahora entiendo más este sitio. Pero aun sabiendo que nuestra esencia se encuentra en una flor o en algún otro vegetal que crezca en la tierra, ¿cómo sabremos donde se encuentra?
Alek se queda un rato en silencio. Está como distante, pensando en otras cosas. Al fin vuelve a mirarme a los ojos y me contesta.
-          Esa clasificación que narra el primer humano soñado no es una clasificación exacta y única. Una misma esencia puede clasificarse en distintos lugares. Así que piensa. Eternidad. Es un imposible, eso está claro, así que se encuentra en la tierra. Pero también es negra si cae en malas manos. Así que también se encuentra donde los oscuros se hallen. Es dulce, pues para alguien que la ansíe tener y consiga su poder, es una esencia dulce. También es neutra, pues tan sólo te trae eternidad, ninguna emoción ni sentimiento que cambie tu estado de ánimo. Pero a la vez es fría, pues en manos no deseadas puede ser el mayor de los infiernos. Ése es el problema. Que es una esencia que se encuentra en todas las clasificaciones. Como si tan solo una persona, la adecuada, la elegida, pueda encontrarla. Y tenemos que intentarlo. Al menos intentarlo…- su voz se apaga en esa última frase.
No digo nada. Algo no encaja para mí. Miro el inicio del callejón por si alguien nos vigila, pero eso no es así. No creo que ni que nos distingan en esta oscuridad, y más en los susurros en los que hablamos. Sigo pensando, hasta que la duda me asalta.
-          Pero no cubre todas las clasificaciones. Falta la única, la importante, la que no existe pero existirá…- Y intento encontrar su cara en la oscuridad en busca de la respuesta.
-          Pero esa no existe, así que no importa. Olvidémonos de ella.
No sé si eso estará bien. Siento que esa esencia es importante también, aunque no exista. Pero ella es quien sabe, la que dirige y no puedo discutir algo de lo que ni siquiera yo estoy seguro. Así que me limito a preguntar lo que tengo que preguntar.
-          ¿Y por donde crees que deberíamos empezar a buscar esa esencia?

-          En el bosque. En el lugar donde los oscuros se hallan. Donde creo que todo se halla. Pero es peligroso. Será peligroso. Esto no es un sueño habitual, Ales. Aquí, si mueres, no te despiertas. Te mueres para siempre.