Décimo capítulo- TODO LO QUE PUEDAS IMAGINAR, Y MÁS
Si despertar se le llama a esto, quiero despertar así todas
las mañanas. Tendido en la arena caliente. Con el sol dándome en la cara y
sintiendo una comodidad aquí, en el suelo, extrema. Hace calor, pero ahora que
no corro no me molesta, incluso me gusta. Sonrío, la verdad es que estoy más a
gusto de lo que pensaba, contando que estoy dentro de una pesadilla. Me vuelvo
a tumbar y miro al cielo, respirando de vez en cuando.
-
¡CORRE,
ALES, CORRE! ¡NO TE QUEDES AHÍ PARADO, CORRE!- Escucho gritar una voz
extremadamente familiar.
Me levanto en un segundo, nervioso, lo más alerta que puedo,
pero la verdad es que doy vueltas sobre mí mismo sin ver nada del todo. ¿Quién
grita?
-
¡ALES
CORRE, JODER!
Clavo la vista en ella, a unos cinco metros de distancia de mí.
Y lo veo, a mí, con unos ojos rojos espeluznantes y moviéndose con agilidad y
rapidez, tras ella. No, no se parece en nada a mí.
Cuando Alek me alcanza corro con ella. Todo se mueve a
nuestros pies. Miro hacia atrás para ver si ya se ha cansado de esta
persecución, aunque sé que no es así. Su… su brazo se alarga hacia la espalda
de Alek. Solo los separa un par de centímetros. Pero ese ser corre más que
ella.
-
¡ALEK,
CUIDADO!- Y la empujo hacia un lado con todas mis fuerzas.
Pero esas fuerzas hacen que ese ser me atrape a mí. Y
quedamos como en mi sueño, él encima de mí.
El grito…
Trago saliva. Concentro todo mi cuerpo en no girarme, en que
no me mate la curiosidad, pues eso significaría una herida en la pierna difícil
de sanar. Pero aun así saca la daga y la levanta, con intención de hacerme el
mayor daño posible. Instintivamente grito y le doy una patada en el pecho para
que se aleje, pero no se mueve, es como una roca. Y sigo gritando, incapaz de
moverme, esperando a que el dolor me cubra entero. Cuando voy a cerrar los ojos
para que este momento se me haga más corto, una figura se añade a mi campo de
visión. Alek. Cuando el ser tiene la daga en alto Alek coge su mano. Él no se
da por vencido. Hace más fuerza, y su brazo va bajando a pesar de los esfuerzos
por hacer lo contrario de Alek. La hoja de la daga se posa en mi piel y empieza
a presionar. Siento dolor cuando una fina línea roja aparece en el pantalón.
Otra vez el grito…
El ser vuelve la mirada hacia la duna. Y desaparece en un
instante, llevándose consigo la daga.
-
Corre,
Ales, vámonos- me dice Alek, tirándome de mí.
Me levanto y seguimos corriendo, ignorando mi dolor y los
gritos que se concentran en la duna. Vuelvo la vista otra vez hacia atrás. La
veo, a Alek. Sí, era ella la chica de mi sueño. Ella no vuelve la cabeza, y yo
rápidamente tengo que volver a mirar hacia adelante si no me quiero caer hacia
abajo. Un precipicio de unos diez metros. Pero eso no es lo que llama la
atención. No cuando tenemos Althaea ante nosotros. Un barullo enorme de
edificios, personas, monumentos, seres extraños que vuelan. Y a la derecha un
gran bosque con matices de verde y de otros colores que se agrupan
ordenadamente siguiendo su color. Pájaros extraños y algún que otro dinosaurio
vuela sobre él. Dragos asoman la cabeza sobre los árboles y algún que otro
correteo por allí se puede distinguir. Tan diferente a la ciudad que tiene
justo al lado…, tan moderna y tan vieja, tan abarrotada de cosas y tan simple a
la vez… Ahí abajo existen todos los colores, todas las formas, todos los seres,
todos los matices, todos los monumentos y edificios que puedas imaginar. Es…
fantástico, precioso...
Recuerdo las palabras de Alek, y miro el cielo. Cuando lo veo
no puedo reprimir una exclamación. Tal y como decía ella, manchas de oscuridad,
claridad… Amanecer en algunas partes, y atardecer en otras… Nubes blancas,
grises, anaranjadas, todas mezcladas formando algo simplemente… hermoso. La
imagen nos hipnotiza a Alek y a mí… No podemos quitar la vista de ella,
intentando que nuestra mente retenga toda la información posible. Tal vez por
eso no nos damos cuenta de que la tierra que hay a nuestros pies, empieza a
desmoronarse.
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