Quinto capítulo- ¿EXISTEN LAS CASUALIDADES?
Grito. Grito porque ya no me
duele la cabeza ni ninguna parte del cuerpo. Grito porque mi pelo se empieza a
secar. Grito porque mi mano yace tranquila encima del colchón. Grito porque
necesito gritar. Tengo miedo. Y grito. Grito por eso y por todo. Mi grito es de
terror, puro y angustioso terror.
-
¿Ales? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?- la voz de
Alek llega hasta mis oídos, pero su rostro no lo captan mi ojos.
No veo nada. No veo nada porque
no quiero ver nada. Y si quisiera, dudo que pudiese. Mi cabeza ahora mismo es
un mundo de contrariedades.
-
Ales, mes estas asustando. En serio, ¿Qué te
pasa? ¡PARA DE GRITAR, POR FAVOR!- los sollozos de Alek me vuelven a la realidad.
Y paro. Paro de gritar y entro en
un estado de shock. Solo pienso y no hago caso a las lágrimas de Alek. Ni a sus
suplicas pidiéndome que diga algo. Sólo noto sus manos en mi nuca y en mi brazo
derecho. Y pienso. ¿Por qué he soñado con esto? ¿Quién va a matar a Alek?
¿Dónde la van a matar? ¿Eso significa que nos encontrarán? ¿Me alejo de ella?
¿O mejor le digo lo que ha pasado? ¿Cómo? ¿Cómo le voy a explicar todo esto sin
revelar que tengo sueños premonitorios? ¿Y si piensa que estoy loco? ¿Y si es
ella la que huye de mí? Sólo puedo hacer una cosa. Callarme. Y esperar, esperar
a ver lo que pasa. Tengo que estar pendiente de ella y ver qué ocurre a
continuación. Sé muy pocas cosas, pero lo poco que sé ya es suficiente para
asustarme. Ahora sólo tengo que parecer lo más normal posible.
-
Sí, estoy bien. Ha sido sólo una pesadilla- le
digo, poniéndome de pie y haciendo un intento de sonreír.
Ella también se levanta.
-
¿Seguro? He tenido muchas pesadillas y en
ninguna he llegado a ese extremo. ¿Seguro que ha sido eso? A lo mejor…- parece
preocupada, pero no puedo permitir que siga con esas dudas.
-
Sí, segurísimo. No recuerdo bien sobre qué
trataba, pero sí que era una pesadilla. No te preocupes. Ya me ha pasado esto
muchas veces. Es como si las pesadillas me sentaran mal. Pero cuando despierto
se me pasa. Venga va, tranquilízate- le digo con la voz más afable que consigo
poner, aunque por dentro mi corazón late a mil por hora y las ganas de gritar
no se han esfumado.
-
Vale…- Se seca las lágrimas con las manos,
aunque ella no sonríe.
-
¿Qué hora es? Deberíamos ir a por comida. ¿Vamos?-
propongo, para acabar con la intensidad de la situación y porque quiero que el
aire fresco me dé en la cara y me despeje un poco
-
Sí, será lo mejor. Sólo han pasado quince
minutos des de que has subido. ¿Seguro que has descansado suficiente? ¿Seguro
que estas bien? Nunca había visto que alguien despertará gritando de esa
manera. Parecías aterrorizado. Pero no de la manera con la que una pesadilla te
aterroriza, era como más… real.
Es imposible que lo averigüe.
Sólo tengo que parecer normal y ver qué pasa. Si las cosas se ponen feas, no
dudaré en ayudarla. Pero por ahora, lo mejor será esperar.
-
¿Esto? Que va, me pasa muy a menudo. Desde
pequeño siempre he reaccionado así ante las pesadillas. No te preocupes. Esto
ha sido tan sólo una reacción… ¿sueñeril?- comento, gracioso, para que pare de
pensar en esas posibilidades.
-
¿Sueñeril?- ríe- No sería más adecuado, no sé,
algo como “reacción onírica” ¿no?- sugiere.
-
Sí que sabes del tema, Alek. Y yo que te tomaba
por una persona más bien inculta que simplemente se limitaba a recoger bayas
del bosque…
-
Mis padres me enseñaron todo lo que ellos
aprendieron en la escuela. Y… ¿de verdad pensabas eso de mí?- pregunta,
dirigiéndose ella primero hacia la puerta.
-
Que va. Era una broma. Si te soy sincero, y creo
que lo tengo que ser- Esa frase hace que me ría por dentro y a la vez que unas
garras arañen las paredes de todo mi cuerpo por dentro-, estoy seguro de que tú
eres tres veces más inteligente que yo.
La sigo. Parece que ya se ha
olvidado del tema del sueño. Eso hace que tenga un motivo más para estar de
mejor humor: así se le quita ya de la cabeza que me pasa algo.
-
Bueno, ¿Qué cazo primero, un ciervo o un lobo?-
pregunto mientras me froto la barbilla irónicamente.
Alek ríe y baja rápido las
escaleras. No hay tiempo que perder, así que yo también las bajo casi
corriendo.
-
Tendrás suerte si encuentras por casualidad a un
conejillo herido- Su risa es contagiosa y yo también rio. Tiene toda la razón.
Salimos al bosque y nos quedamos
ahí fuera. Una situación algo incómoda. Es Alek la que rompe el silencio con
una idea suya.
-
¿Qué te parece si yo voy por esa parte del
bosque, que hay más frutos, y tú por la otra? Mientras iba para la playa me
pareció ver un conejo corriendo.
Esa idea no me gusta nada. No
puedo dejarla sola. ¿Y si le pasa algo? Será mi culpa por no haberla avisado.
No. Tengo que acompañarla por si necesita mi ayuda en algún momento.
-
Mejor vamos los dos por esa parte- digo
señalando el lugar donde según Alek hay muchos frutos-. La otra banda me trae
recuerdos demasiado bonitos. Y… sería peligroso. Me estarán buscando. No es muy
seguro pasar por allí hasta un buen tiempo.
Ella no protesta. Sabe que tocar
el tema de mi madre es algo delicado. Y tampoco creo que pueda negar que haya
guardias peinando la zona.
-
De acuerdo. Sé de un sitio en el que puede que
haya alguna madriguera.
-
Muy bien. Pues vayamos- Y esta vez soy yo el que
empieza a caminar hacia la parte de atrás de la casa, donde la “otra parte del
bosque” empieza.
-
De acuerdo. Está cerca de donde yo voy siempre a
recoger las moras. A unos veinte metros aproximadamente. Tal vez más, pero no
mucho. Allí, hace unos cinco años, vi los restos de una madriguera, tal vez
haya alguna otra cerca de allí.
Se me cae el alma a los pies. Tan
lejos de ella… Puede que si le ocurre algo sea demasiado tarde. Pero no puedo
poner más excusas o volverá con las dudas. Tendré que estar alerta por si le
pasa algo. No puedo despistarme.
Llegar hasta las moreras tan sólo
nos lleva cinco minutos. No son unos árboles muy grandes, aunque es difícil
coger muchas des del suelo.
-
Sigue recto- me explica, señalando la dirección
que tengo que seguir- hasta que encuentres una roca enorme. Por ahí puede que
haya algún animal. Mañana seguiremos explorando más allá- se calla un segundo y
mete la mano en su bolsillo- Ten. Sé que es difícil cazar sólo con esto, pero
es lo único que tengo. No pasa nada si los primeros días no cazas nada, ya irás
cogiendo práctica. Y… gracias. Por cazar, me refiero. Sé que ha sido egoísta
por mi parte pero…
-
No te preocupes tanto. Tú has hecho más por mí
que yo por ti- Y cuánta razón tengo.- Deja que te ayude yo al menos en algo.
No dice nada más. Me deja la
navaja en la mano y vuelve hacia los árboles. En ese momento descubro como
consigue llenar esos tarros tan grandes de moras. Su cuerpo se desliza tan
rápido y tan ágilmente como una lagartija por el árbol. En unos segundos, desaparece
entre las ramas.
Empiezo mi camino y me alejo de
ella. No duro más de dos segundos sin volver la vista hacia atrás. La verdad es
que su muerte sería… como una hostia en la cara. Ahora que por fin he
encontrado a alguien con quien sobrevivir; ahora que he encontrado una
compañera y no estoy solo; ahora que he encontrado a una persona sincera… ,o al
menos mil veces más sincera que los demás, no puedo dejar que muera.
No me doy cuenta de que ya he
llegado hasta que me doy de narices contra la piedra. Sí, es una piedra muy
grande. Es más alta que yo como unos cuarenta centímetros. Zarandeo un poco la
cabeza para quitarme el aturdimiento del golpe de encima. Y empiezo a buscar.
Una madriguera…
-
Conejitos, ¿dónde estáis? Venid, pequeñitos-
susurro, alargando la última silaba de cada palabra-. Mishi, mishi, mishi…- No,
mierda, eso es para los gatos. ¿Qué sonido se hace para atraer a un conejo?
Busco con la mirada puesta en el
suelo. Entre los arbustos no hay nada. Alrededor de los árboles tampoco.
¿Entonces dónde? Tengo que acabar pronto, así las posibilidades de que a Alek
le pase algo serán menores. Me alejo un poco de la piedra. Sólo unos veinte
metros más, no quiero perderme por esta parte nueva para mí. No hay nada. Busco
por los árboles: tal vez encuentre alguna ardilla. Pero son rápidas, aunque le
pusiera todo mi empeño no las atraparía. Los pájaros vuelan, las ardillas
corren y los conejos se han escondido y están dispuestos a no salir. Lo mejor
será que vuelva y le pregunta a Alek sobre el tema. Sé que solamente he estado
un cuarto de hora buscando, pero no puedo esperar más. Por el camino hasta las
moreras seguiré buscando. Después le preguntaré, me aseguraré de que está bien y
volveré con una idea más clara sobre lo que estoy buscando.
Al tercer paso que doy, algo se
mueve. En los arbustos que hay cinco metros más allá algo hace que las hojas
hagan un nervioso bailoteo. ¿Un conejo? ¡SÍ! Una cola redonda y blanca asoma
por entre las hojas y seguidamente vuelve a esconderse. ¡Por fin algo que
intentar cazar! Me acerco lenta y silenciosamente a él. Intento hacer el menor
ruido posible, aunque las hojas que crujen bajo mis pies no ayudan demasiado. Y
parece que no lo estoy consiguiendo, pues las hojas del arbusto se mueven cada
vez más rápido. A cada paso que doy, las hojas se muevan una vez más por
segundo. Hasta que estoy a un metro de distancia y, navaja en mano, me abalanzo
sobre él. Pero no, en ese mismo instante el conejo sale a correr hacia la misma
dirección en la que estaba caminando yo. También corro. No sé hacia donde voy,
sólo sigo la sombra gris que se mueve a gran velocidad por el suelo e intenta
huir de mí. Pero a ese conejo no lo voy a dejar escapar, será mío. Corro, y
solo corro. Los árboles y las zarazas pasan a mis espaldas y no consigo
librarme de algunas magulladuras. El conejo empieza a alejarse de mí. Yo
empiezo a correr aún a más velocidad. A tanta que incluso pierdo la orientación
y el conejo desaparece de mi vista. Lo busco con la mirada por todos lados,
esta vez corriendo más despacio, pero sin dejar de hacerlo. Y, cuando noto otra
vez un leve zarandeo en el arbusto que hay justo delante de mí, me lanzo,
moviendo la navaja hacia todos lados y gritando como un loco. Le doy a algo.
Pero…
-
¡Ah!
No puede ser, el grito es humano.
Paro de gritar e intento que el sentido común vuelva a mí. Y por fin sale de
detrás de ese arbusto la silueta de una chica, con una raja en la frente y las
manos llenas de sangre. Me da un vuelco el corazón cuando la veo.
-
Lo siento muchísimo, Alek- me disculpo,
acercándome a ella e intentando mirar más de cerca la herida. Su cara es de
dolor total.- En serio Alek, lo sienta muchísimo. Perdón. Estaba persiguiendo
un conejo y… Entonces vi que se movía el arbusto este… Sé que no debería haberme
lanzado así con la navaja pero… Lo siento, de verdad, Alek… La próxima vez…
-
Ales, así no ayudas. Vamos a casa, allí tengo un
trozo de venda y agua para poder limpiar un poco la herida.
-
Claro, sí, por supuesto. Vamos.
La ayudo a llegar hasta ella
mientras se aprieta la herida con fuerza para que no salga tanta sangre e
intenta no quejarse demasiado.
¿Cómo no he podido darme cuenta?
Supongo que he estado demasiado ocupado pensando en que el peligro vendría del
exterior, en que la muerte de Alek la causaría alguien de la ciudad o del
gobierno que no caído en que puede que sea yo el que la matara. Y ahora he
estado a punto de matarla. Si en cambio de hacerle una raja en la cara la
navaja hubiese ido un poco más abajo y hubiese penetrado en su corazón… no me
lo hubiese perdonado nunca. Si hubiese matado a alguien, y encima que ese
alguien hubiese sido la primera persona que encuentro sincera, no podría vivir
con ello. No podría vivir con ello aunque ese alguien fuese el ser más
mentiroso del mundo.
-
Lo siento, Alek- repito durante todo el camino.
Las lágrimas salen de mis ojos
sin parar, una cascada de lágrimas sin cesar. Puede que ella se esté
preguntando porqué lloro de esta manera. Pero si supiera que va a morir, y que
ni siquiera yo que lo sé puedo salvarla, porque incluso yo puedo ser su asesino,
ella también lloraría. O tal vez no, pero yo sí. No puedo quitarme de la cabeza
que yo soy el responsable de todo esto, que si se lo dijese tal vez podríamos
evitarlo entre los dos. Tal vez si le dijese lo que me pasa, que tengo sueños
premonitorios, puede que lo comprendiese y no piense que estoy loco. No lo sé.
Al fin llegamos a su casa. Hemos
tardado un poco más que cuando hemos ido para allá, pero aun así Alek todavía
sigue bien. Abro la puerta dándole un patadita y la llevo a uno de los sillones
que hay en el salón. La sangre le ha manchado gran parte de la cara y todas las
manos. Coloca las manos en el sillón y de seguida este también empieza a
teñirse de granate.
-
Ves arriba, a la cocina. En la alacena hay un
trozo de venda y una botella de agua…- susurra, tapándose la frente con la mano
derecha.
La sangre empieza a deslizarse
por el brazo derecho de Alek hasta llegar a su codo.
Empiezo a correr hacia las
escaleras y, éstas, las subo de dos en dos. Cuando voy a abrir las puertecitas
de la alacena, lo hago con tanto ímpetu, que una de las dos se descuelga y me
quedo con ella en la mano. Bueno, en realidad no hago mucha fuerza, hasta un
niño de tres años podría haber roto esa puerta. La miro y la tiro hacia un
lado. Busco rápidamente la venda y el agua, aunque no tardo mucho en
encontrarlos, pues no hay muchas cosas en esta alacena. Cojo los dos objetos y
vuelvo a hacer el mismo recorrido pero esta vez del revés. Cuando llego a ella
de nuevo está en la misma posición que cuando la dejé. Le aparto la mano de la
frente y sólo responde con un pequeño quejido, pero no se resiste. Con las yemas
de los dedos y con mucho cuidado le hecho la cabeza un poco para atrás. Le tapo
los ojos con las manos y le hecho un poco de agua en la herida.
-
¡Ah!- se queja, pero no se mueve ni se aparta.
Con la venda intento taparle la
herida, aguantándola con la mano ya que no es lo suficientemente larga como
para que le rodee toda la cabeza. Le quito la venda de la frente otra vez y le
vuelvo a echar más agua. La herida ya está limpia, ahora sólo falta que
cicatrice, cosa que va a ser más difícil ya que no tenemos ningún medicamento
para que ayude a hacerlo.
-
¿Tienes cinta adhesiva o algo para sujetar la
venda?- le pregunto sin separar los dedos de su frente pero quitándole la mano
de los ojos.
-
Sí, se me había olvidado decírtelo. Creo que
está en la encimera de la cocina. Ya estoy mejor, puedo ir yo misma a cogerla.
Gracias por ayudarme- Y se levanta, sujetándose ella misma la venda.
-
No, tu quédate aquí, ya voy yo a por ella. Y… ¿todo
esto es robado? Es decir, la venda, la cinta adhesiva…- ¿Qué otra explicación tendría?
-
Sí, los robé hace tiempo. No los utilizo mucho.
Me siento mal. Encima de hacerle
un corte en la frente tiene que gastar sus cosas por mi culpa. No hago ninguna
pregunta más. Voy corriendo a la cocina a coger la cinta adhesiva,
transparente, y vuelvo. Le sujeto la venda con ella. Es difícil hacerlo, pues
está bastante oscuro y no consigo distinguir los cabellos que caen sobre su
frente.
-
Alek, lo siento mucho, de verdad- vuelvo a
disculparme.
-
No pasa nada Ales, la próxima vez ya verás cómo
lo haces mejor. Esto ha sido un error de principiante. Cuando te vayas
acostumbrando…
-
No, Alek, no. No puedo volver a cazar…-Ya he
acabado de sujetarle la venda y nos miramos a los ojos.
-
Ya te he dicho antes que no te obligo. Si no
quieres…
-
No es eso, Alek. No es que no quiera, es que no
puedo. Verás, ni yo puedo cazar ni tú puedes salir de esta casa, ¿de acuerdo?
No logro ver bien su rostro, pero
sé que es de auténtico desconcierto.
-
¿Qué pasa Ales? Los guardias…- Pero esta vez
tampoco le dejo terminar de hablar.
-
No son los guardias. Es otra cosa. No puedo contártelo.
Me siento en el sillón que no está
lleno de sangre. Alek se sienta en el otro y pone su mano sobre la mía.
-
Ales… ¿Qué pasa? Puedes contármelo. En realidad
será mejor así. De ese modo podemos ayudarnos.
-
No es tan fácil. No lo entenderías.
-
Pues al menos intenta explicármelo.
Tal vez deba explicárselo. Puede
que lo entienda.
-
De acuerdo. Es sobre mis… mis sueños…- Ahí me
detengo.
No puedo. Es imposible. Nunca lo
entendería. Tengo que alejarme de ella todo lo que pueda. Y pasará lo que tenga
que pasar. Es el destino…
-
No, no puedo. Ha sido un placer conocerte, Alek,
pero tengo que irme.
Me levanto del sillón, pero
cuando tan sólo he dado un paso noto la mano de Alek en mi muñeca. Me agarra
fuerte y habla seria.
-
Ales, sé que tienes sueños premonitorios.