VIGÉSIMOPRIMER CAPÍTULO- DOS PALABRAS QUE NO VAN JUNTAS
Nos detenemos en un lugar oscuro. Jadeando, me siento en el
suelo, sin mirar lo que hay ahí, sin pensar en que no pensar podría causarme la
muerte. Tan sólo respirando e intentando mantener mis pulsaciones tranquilas.
Cierro los ojos y por un momento todo se me olvida. Mi respiración cada vez va
siendo más pausada, recobro el aliento. Pero mis pulsaciones no se detienen, ni
siquiera se inmutan al ver pasar el tiempo. Laten porque escuchan la
respiración que está a mi lado, porque notan ese brazo que se posa en mi hombro
para apoyarse. Abro los ojos. Y no, no ayuda eso al palpitar de mi corazón.
Apenas veo nada. Todo es una mancha oscura. Miro hacia el cielo. No parece una
noche estrellada, aunque tal vez a unos metros más allá reluzca un sol
radiante. Mi vista sí que responde al tiempo y, a medida que pasa, se va
adaptando a las sombras y consigo ver con bastante claridad. Entonces es cuando
reparo en el leve rumor del agua a un par de pasos hacia mi derecha. Y distingo
el lago, el maldito y asqueroso lago que casi me mata hace unas horas. O… ¿Qué
es aquí el tiempo? ¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¿Cuánto nos quedará?...
Mi mente se detiene y para de formularse preguntas en cuanto
nota el tacto frio de la mano de Alek en mi cuello. Me revuelve el pelo con
suavidad mientras se gira hacia mí. Distingo sus ojos verdes en este barullo de
sombras. Y su boca se acerca. Sus ojos se cierran. Y los míos también. Cuando
sus labios tocan los míos, me abrasa la piel. Noto como me ruborizo con
timidez, nunca he besado y no sé cómo hacerlo exactamente. Pero ella lleva el
ritmo y no parece preocupada por eso. Mis manos tiemblan mientras le toco el
pelo. Esta es la primera vez que la beso estando cuerdo. Estoy abrumado. Feliz.
Y tengo miedo, no sé por qué, pero tengo muchísimo miedo. Más del que he tenido
nunca, inimaginable para un ser humano que no ha estado en la situación en la
que me encuentro ahora mismo. Pero aun así no soy capaz de despegar mis labios.
Mi respiración es entrecortada y tengo que parar un par de veces para respirar.
No sé qué me pasa, no sé qué es esto. Este miedo que me pide a gritos que eche
a correr pero que a la vez me suplica que me quede aquí con ella, para siempre.
No sé qué es esto, pero dejo de besarla. Mi corazón amenazaba con estallar si
no lo hacía. Y mis lágrimas también.
-
Nunca
he amado de esta manera. Y no sé amar así. No sé qué es lo que siento ahora
mismo. Y tengo miedo… Pero por favor, no te vayas.
No me responde con un beso, sino con un abrazo. Y se lo
agradezco mucho. Sé que la quiero, que quiero estar lo más cerca de ella
posible. Pero… no sé, no entiendo que es lo que me pasa. Este miedo que siento…
-
Lo
entiendo- dice después del abrazo-. Tendríamos que buscar algún escondrijo, no
estarán muy lejos. Está oscuro, eso es un punto a favor y en contra para
nosotros. Si no salimos de aquí ahora mismo no creo que vivamos para contarlo,
al menos no feliz, en tu caso.
La maldita esencia… Es decir, yo. No me acostumbro al saber
que soy una esencia, la de la pureza. ¿Puro? ¿Qué puede tener de puro un chico
que siempre ha estado al margen de todo? Siempre he sido la nada en el instituto,
la nada en la ciudad, la nada en todos los aspectos. Y ahora soy el todo para
esas personas. La verdad es que prefiero ser esa nada, mi cálida i humilde
nada…
Nos levantamos a la vez, pero es ella quien determina el
rumbo.
-
Vamos
por ahí- decide señalando el espeso follaje que se extiende ante nosotros.
-
Mejor
vayamos por allí, no hemos ido todavía y no se esperaran que caminemos por
terreno desconocido.
-
Aquí
las sorpresas te esperan en terreno conocido o desconocido. Todo puede pasar
aquí. Y él sabe que soy lista, pensará que nos desviaremos de rumbo tal y como
dices tú. Pero intentaremos ir un paso por delante.
Lo que dice tiene sentido. Pero no sé si ellos serán lo
suficientemente listos para deducir eso. El cazador de esencias parece más bien
sólo músculo, del borracho y el salido ni hablamos, la princesa parece
demasiado inocente y…, bueno, la Muerte es la única que es inteligente.
Demasiado… ¿Y si es tan inteligente y sabe lo que pensará Alek y toma el mismo
camino que nosotros? Aun así tenemos que arriesgarnos.
Todo el amor que inundaba la situación hace unos segundos
(todo el amor que puede haber cuando estás al borde de la muerte) se disipa y
vuelve la tensión de siempre. Aunque lo entiendo, nuestro instinto de
supervivencia nos obliga a actuar así. Y además, es mejor tomarnos ahora esto
muy en serio y vivir que no tomárnoslo como un mundo de arco iris y color para
morir al final.
Alek abre camino con las manos. Supongo que no querrá echar a
perder la cuchilla del cuchillo. No me ha contado que llevaba esas cosas
consigo… Tal vez podría habérmelas traído yo también. Así tendríamos protección
los dos. Pero ahora no es momento de hablar de los “podría” porque no acabaría.
Así que me concentro en el camino, pero me guardo en la mente una nota importante:
En cuanto estemos en un lugar seguro, tengo que hacerle un par de preguntas.
Siento que no me lo ha contado todo.
Algunos árboles y partes del bosque me resultan familiares.
Eso me tranquiliza aunque Alek haya dicho que no tendría que hacerlo. Me
pregunto si compartirá las ganas que tengo de besarnos… Pero no digo nada. No
es momento. Y ahora menos. Pasamos por el árbol hueco donde dormimos durante un
rato. La parte de abajo está totalmente
destruida. Tan sólo se sostiene gracias a unas franjas de madera que han
quedado. Aunque supongo que el hecho de que sea algo soñado también ayudará a
que tarde en romperse algo por completo, o que nunca se rompa. Yo miro el árbol
con tristeza mientras me estremezco al recordar lo que ha pasado hace nada aquí
mismo. Ahora parece todo tan tranquilo… Pero ella lo miro con curiosidad y con
la mente a mil por hora. Algo es diferente. Lo noto, lo sé. ¿Pero el qué? Es
todo tan tranquilo… Demasiado incluso.
-
Ales…
¿No notas algo dife…?
-
Tal
vez soy yo- le interrumpe una voz aguda.
Alek me mira, extrañada de que esa voz tan aguda salga de mi
garganta. Pero es que no ha salido. Y yo estoy tan confundido y aterrorizado
como ella. Nos giramos lentamente, a la vez e intercambiando miradas de terror.
Hasta que lo vemos, detrás de nosotros. Al niño bajito que antes jugaba en la
casa de madera que está en la copa del árbol. Dani. Con un pelo negro azabache
y esos ojos azules como el cielo, y esa mirada penetrante… Me quedo mudo, Alek
también, pero eso no afecta a la curiosa sonrisa del niño.